Reformar y disfrutar del proceso

La Casa Saavedra es la casa que, junto con mi esposo, en el año 2016, rescatamos, reformamos y adecuamos para hacerla nuestro primer hogar. Esta vivienda la encontramos cerrada, abandonada y había estado sin habitar por más de 15 años.

Al entrar por primera vez, en medio de la oscuridad y el silencio, encontramos muebles de mediados del siglo pasado, muchísimos libros, copas, adornos, objetos raros, algo de humedad y sorprendentemente ningún bicho, por lo menos no con patas. El ambiente era denso y gris. Las paredes tenían capas de pintura sobre pintura descascarada y a medio caerse y lo único que parecía prosperar era una planta enredadera que invadía todas las paredes, sobre vidrios y ladrillos, del mini patio.

Me sorprendió que algunos materiales habían resistido el paso del tiempo, del abandono y la falta de uso. Sin que se apareciera nada que caminara (o volara), ni buenas ni malas energías, le vimos el potencial y nos pusimos manos a la obra.

Así se encontraba la casa. Cerrada y abandonada por más de 15 años.

“Lo que no sabíamos en ese momento era que el rescate de la casa pondría a prueba esto de tener paciencia, de aprender a priorizar y sobre todo de aprender a vivir por etapas”.

Aún después de 5 años seguimos convencidos de esto

Poniendo a prueba a diario la paciencia

Limpiamos cada fin de semana por aproximadamente 3 meses. Era septiembre y el primer (y único) contenedor que ingenuamente pusimos en la puerta revolucionó la cuadra. Pasaron carritos, bicicletas, autos lujosos, vecinas sorprendidas y hasta un flete, llevándose cual tesoro todo lo que nosotros habíamos visto como basura. Las cosas que decidimos quedarnos marcaron el rumbo de lo que aprenderíamos a hacer con nuestras propias manos en los años siguientes.

Al iniciar este rescate, yo ya era arquitecta. Había sido siempre una partecita que aportaba a un proceso complejo; pasé por el urbanismo de fantasía y papel, el diseño de hospitales mamotretos, la construcción de casas lujosas y hasta la implementación de normas ambientales que nadie seguía y pensaba cada tanto en quienes usarían al final de todo los espacios. En ese momento, mientras trabajaba para una gran constructora, me lamentaba de no poder conocer a estos usuarios, de no poder hacer arquitectura cercana, la del día a día de las personas.

Decisiones, expectativas y presupuesto: el balance ideal

Las decisiones no fueron fáciles porque teníamos opciones muy limitadas. Con el presupuesto, que era reducido (por no decir nulo porque la plata fue “apareciendo”), la idea principal giraba entorno a las palabras: Luminoso, Amplio, Alegre. Queríamos todo lo que no teníamos en el mini departamento de capital. Un patio grande con jardín, una cocina como centro de operaciones y abierta al salón, una habitación cálida y cerrada donde se pudiese dormir hasta tarde con privacidad.

Rescatamos, reutilizamos y refuncionalizamos lo que más se pudo, y de esa forma habilitamos la primera etapa para mudarnos.

Vinieron los albañiles y en un día los revoques viejos y resecos ya estaban abajo; la losa del patio, dura de demoler, ya estaba mostrando de qué estaba hecha. Sin mediar palabras, el encargado de demoler era más eficiente que cualquier cuadrilla con máquinas y en cuestión de horas ya estábamos oficialmente en obra. Por donde se caminara había escombros, con las ventanas abiertas y música de fondo, se veía aún más potencial del que nos habíamos imaginado.

Avances de obra 1era semana.

No estábamos seguros del estado de la estructura de la cubierta aunque la decisión de abrir los espacios y de sacar la mayoría de las paredes internas (salvo del baño y la habitación) ya estaba tomada; en este punto el presupuesto se podía haber ido todo en refuerzos. Hicimos inspecciones y reforzamos donde se debía y donde suponía los mayores costos, tuvimos suerte:

“Te salvaste, hay una viga y de las buenas, con hierro y todo” palabras mágicas que permitieron tirar abajo paredes con seguridad, sin culpa ni gastos extras.

¡Con olor a cemento y a navidad!

Se fueron rápido, a mi gusto muy rápido. Era navidad y el contratista principal, que no se había tomado vacaciones, según el en 5 años, tenía que irse. El herrero volvía a su pueblo después de 8 años a ver a su madre enferma. Todos tenían sus cuentos para apurarse y yo con trabajo nuevo en la constructora, sin mucho tiempo para supervisar. Error fatal. Acá entran al rescate mis suegros, que se pusieron en ese momento la obra al hombro. Sin contar los días de fiesta, navidad y año nuevo, estuvieron un total de 5 semanas.

Era enero 28 de 2017, y a pesar de todos los contratiempos, los albañiles ya habían liquidado el “grueso” de la reforma de la casa y nos quedábamos con 350mil “detalles” pendientes, las paredes todavía húmedas sin enlucir obviamente sin pintar y todo el ambiente con olor a cemento. Aun así, nos mudamos.

Nos mudamos sin mesada de cocina porque los 90 días de entrega no alcanzaron; nos mudamos con las puertas y ventanas aun sin poner a punto, con la fachada del pasado y sin piso en el patio, pero felices por tener más espacio, un lugar luminoso y alegre.

Estuvimos 1 año trabajando en la casa como actividad principal de cada fin de semana. Sin vacaciones, días feriados y muchas veces hasta entrada la noche, lijamos y pintamos puertas, marcos de ventanas, mesas, sillas, instalamos estantes, reciclamos muebles, retapizamos, pintamos paredes, esperamos pacientemente las instalaciones de lo que faltaba y mientras tanto preparábamos la etapa 2.

Nuestros fines de semana durante todo el primer año.

Un proceso que también se puede disfrutar

Al final de ese año conocíamos el qué, el cuándo, el cómo y nuestros límites. Dos mantenimientos la lijadora (que menos mal fue una D-Walt), litros de pintura, cientos de idas a las ferreterías, un taladro como la gente, una caladora, un mini torno y una engrampadora profesional fueron suficiente para poner a punto, con nuestras propias manos, lo que faltaba.

No te digo que nunca dudé. Si lo hice y mucho. Aun siendo profesional y con experiencia, tuve dudas, era mi primera casa, quería mantenerme fiel al presupuesto y elegir los mejores materiales para mi situación. Me apoyé en colegas, compañeros de trabajo, para consultar lo que desconocía, validar lo que dudaba y algunas recomendaciones locales.

El después de la terraza, el gran provenzal y la cocina.

«Al final de todo este proceso, reconocí que la adecuación y sobre todo la reforma es un proceso muy duro; vivirlo me hizo entender por qué durante una obra, sobre todo de la primera casa, hay tantas expectativas, emociones, inconvenientes, dudas, cambios de ideas, separaciones y puntos de quiebre«.

Es un proceso que también se puede disfrutar. Se puede disfrutar de ir viendo construir el sueño, de elegir materiales lindos que te encanten por siempre; se disfruta de tener un plan, de “surfear la ola” con los cambios de último momento. Se disfruta si hay apoyo, si hay compañía profesional, independiente del presupuesto, la localización geográfica o de las etapas.

Si necesitas ayuda con tu reforma, ya sea parcial o integral, aplica aquí para una llamada gratuita conmigo.

¿Quieres disfrutar de tu reforma? Transformemos juntas tu casa, sin complicaciones.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Rodrigo

    Bastante provechoso este artículo. Ahora mismo estoy en busca de un buen sitio para cambiar de casa y esto me ha esto me ha ayudado bastante.
    Ojalá ver más publicaciones así en Internet.

    1. Taty

      Muchas gracias por tu aporte Rodrigo. Me alegra mucho que te haya sido útil el post y espero que todo vaya bien con la búsqueda de tu sitio. Seguimos por acá en blog aportando más contenido para animar a los dueños de casa a renovar sus espacios.

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